Lo cierto es que, comencé a
perder el interés en tantas cosas que me apasionaban.
Lentamente iba dejando mis sueños
de lado y me fui adecuando a la monotonía del resto de las personas. A aplicar
el estándar y vivir apegado a ello.
Porque creí que de esa forma volvería
a tener la seguridad material que años atrás había llegado a tener.
¿Por qué de que otra forma encajaría
entre el resto si me negaba a dejar mis excentricidades?
Pero durante todo este tiempo me
he dado cuenta que como yo, existen una cantidad incontable de personas en la
misma situación, dándole escape a su día a día a través de las redes sociales
tanto como les es posible.
Así que, no tenía caso sentirme
un bicho raro haciendo esto, si para muchos, esto ya no era algo especial, sino más
bien cotidiano.
Y fue cuando una segunda idea
contraataco, “ya no es algo especial”, y si ya no es algo especial, qué sentido
tiene hacerlo.
La envidia me golpeó una fuerte
bofetada disfrazada de celo creativo, al pensar que lo que los demás escriben
es mejor que lo mío, de modo que no tenía sentido que yo escribiera palabra
alguna.
Nunca había tenido una idea más estúpida
cruzándome por la mente y lo acepto, que de todas las estupideces que en toda
mi vida he pensado, esa fue una de las más grandes.
Porque cada persona piensa, actúa
y reacciona de modo diferente a cada cosa que se le presenta. No puedo juzgar
igual que otros lo que llega a mi vida o se va, porque nuestras experiencias
son distintas y la manera de percibirlo y desahogarlo también.
He comenzado a leer otros libros
por más “superflúos” que muchos podrían decir que son, pero lo cierto es que,
si he de atreverme a tratar de comprender al resto del mundo debo comenzar por
abrir mi mente y no solo con decirlo, sino que hacerlo. Y así, poco a poco ir transformándome
en la persona que realmente quiero ser, alguien que es capaz de ser sensible y
completamente abierto a las ideas de otros, no solo leyendo libros sin importar
de lo que hablen, sino al escuchar a las personas y conocer sus ideas y
sentimientos.
Ahora bien, es cierto que la idea
principal de este blog hacia finales de 2007 e inicios de 2008 era usarlo como
un diario, pero tan miedoso de lo que otras personas pudieran opinar de mí, jamás
concreté ese propósito y me abstraía siempre posteando indirectamente, siempre
ocultando en alegorías y metáforas, ideas difusas y caóticas. Quizás ya sea tiempo de dejar de tener miedo de la opinión de
otros y comenzar a ser libre hasta en la expresión pura del pensamiento.
Pero escribirlo es más sencillo
que hacerlo y de alguna forma hay cierta comodidad en escribir sin aclarar si
es una persona en concreto a la que se le escribe, cosa muy útil cuando hay
sentimientos de por medio y por eso siempre los poetas ocultaron sus musas
inspiradoras del resto del mundo y les dieron otros nombres, las ocultaron tras
otras imágenes.
Yo no sé si seré capaz de un día
decir con nombre y apellido a quien van dirigidas cada una de las publicaciones
anteriores y futuras, porque a veces es mejor dejar el incógnito, no por miedo a
la crítica, sino por respeto y admiración, hacia quien realmente están dirigidas.
Me parece muy reconfortante el
hecho que esta nueva publicación, me haya salido más fluida que muchas otras
del pasado, al menos mientras la escribía, porque no estoy pensando si alguien vendrá
y la leerá y que podrá opinar, simplemente y cumpliendo su gran propósito, este
blog es para mí desahogo personal, esa carta que escribes y luego lanzas al
viento esperando que un día la persona a la que va dedicada la reciba y
conmueva su corazón.
Y en esa dirección, hay algo que escribí
antes de esto pero que creo que no publicaré aún, a pesar que ansío hacerlo,
debo aprender a ser realmente paciente y dejar al niño impulsivo que me resistí
tantos años a abandonar.
Recuerdo como era ser un niño,
sentir el viento en octubre golpearme con toda su fuerza.
Un día despertar y sentir el frío
y desear seguir durmiendo pero el viento juguetón insistiendo me llevó fuera a
jugar con él, esa comunión entre inocencia y alegría que tanto añoro, que sé
que no puedo recobrar, es el impulso más básico que me dice: ¡no dejes de soñar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario