Era el
otoño de 1991, casi a mediados de octubre cuando su vida cambió y de alguna
forma él lo sabía, pero en su inocencia no entendía que aquello era tan
significativo.
Era
domingo, después del mediodía. Había llovido durante la mañana y en ese
entonces frente a su casa existía un camino que llevaba a una finca. En el
umbral se encontraba y solo veía la irónica vastedad de un lugar tan pequeño
que siempre le provocaba temor, porque tras aquellos árboles tan altos, la
maleza tupida y los susurros, imaginaba que algo podía saltar de pronto y
hacerle daño.
Sin
embargo no podía dejar de perder su mirada en la distancia, como esperando la
llegada de algo o de alguien. Y fue en ese momento cuando lo percibió, su mundo
estaba cambiando y no lo lograba entender, él solo quería seguir siendo un
niño, sin preocupaciones ni pesares, viviendo solo de la alegría de los juegos
y la risa.
Pero él
lo supo en ese momento, ya nada volvería a ser igual y sintió por primera vez
una sensación distinta a la que sintió cuando lo castigaban por travieso o
desobediente, eso que años más tarde entendería que el mundo llama, tristeza;
una compañera desde entonces fiel y constante.
Desde entonces
cada octubre es un reto y más marcas se fueron tatuando a través de los años en
las mismas fechas, durante el mismo periodo, como si durante esa etapa mucho de
lo trascendental debiera pasar.
Dicen
que Octubre fue nombrado así en honor al emperador romano Octavio, que
significa el octavo, el número ocho. Y muchos números ocho lo acompañan desde
entonces.
También
se dice que el número ocho significa sacrificio, que también es alusivo a la
continuidad del que no se deja vencer, pero ¿por qué un niño que no es
consciente de la revolución a su alrededor debe ser entregado al Mundo como
sacrificio? por un bien sin apariencia ni imagen.
Pero así
fue, ese año, durante esa última parte, iniciando desde esa tarde de domingo,
su vida cambió, hasta que llegado diciembre, conoció a su segunda compañera, la
soledad.
¿Cómo sobrevive
un niño de 9 años a la tristeza y la soledad? Se refugia en un mundo imaginario
y espera que todo lo malo pase, que los días avancen pronto y en cualquier
momento, lo que antes había sido, regrese.
Pero el
tiempo pasa y la realidad no cambia, y el niño se va dando cuenta lentamente
que aquel día no había sido una casualidad, era la bienvenida al mundo real,
cuando ves el espacio frío llamado mundo y tratas con desesperación encontrar
en medio de toda esa nada, vida y alegría, razones para no darse por vencido.
Y sin
embargo, el niño se refugia en sus sueños, creas ilusiones y se aferra en
esperanzas de mejores tiempos… y estas se presentan, pero son fugaces y se
desvanecen, se mudan, se alejan.
Pobre niño,
perder la niñez porque hay que afrontar la realidad es una cruel injusticia y así
como él, muchos, por situaciones peores.
Así como
él, los niños cuyas vidas son entregadas al mundo como sacrificios para aplacar
la frustración de adultos perdidos en su camino. Es tan injusto.
Pero
la historia de este niño no termina ahí, pues habrían de transcurrir 8 años más
para que comenzara a comprender aún más la realidad del mundo, de su humanidad.
– Su
nombre pocos lo recuerdan, su rostro es el de millones, su historia se repite
día tras día en cada rincón del mundo. Y sin embargo, como tantas cosas, es
algo que no cambiara pronto, es una herida que el mundo lleva consigo pero
prefiere ignorar. –