Este post originalmente lo comencé a escribir a finales
de octubre de 2012, el 29 de octubre de ese año para ser exacto. Gracias a que
el borrador quedó guardado en blogspot sé que era una de las cosas que estaban
en mi larga lista de cosas pendientes que debía concluir en algún momento de la
vida…
Y ya sé que he escrito tantas veces que el pasado en el
pasado queda, pero no pude evitar hacer la comparación de esa época a la época de
hoy. Un poco más de dos años después todo es diferente, incluso sé que yo soy
diferente. Vale que en esta entrada no voy a ponerme metafórico ni
baratamente filosófico como siempre suelo hacerlo, en esa manía que tengo por
dar mil y un rodeos solo para decir que estoy triste, decepcionado o molesto
por algo.
Recapitulando un poco en cómo serán las cosas de ahora en
adelante, incluyendo este blog, lo más relevante es que 2015 será el año en que
finalmente voy a egresar de mi carrera universitaria, y vaya que ha sido toda
una carrera, llena de tantos tropiezos como de cosas buenas.
Ha sido en muchos momentos un gran dolor de cabeza, y no
solo por las migrañas que he pasado de ciclo en ciclo, sino porque en todos
estos años ha sido el lugar donde más he aprendido de las personas, su
comportamiento y mi evolución.
Durante todos estos años me he dado cuenta de cómo he ido
siendo alguien diferente, unas veces forzosamente y otras a voluntad, hasta
llegar a ser quien soy por estos días.
Sé el tipo de persona con quien me gusta relacionarme y sé
muy bien el tipo de personas a las que evito casi como deporte, porque prefiero
estar solo que como dicen, mal acompañado.
Pero esa es la universidad, uno de esos lugares en los
que tienes que pasar por la vida cuando quieres llegar a alguna parte.
Encuentras de todo, desde grandes amigos hasta potenciales enemigos, pasando
por personas que solo te usan como trampolín para alcanzar sus metas. De eso no
puedo quejarme mucho, porque al final como en muchas cosas en la vida,
necesitaras siempre de otros para lograr tus propias metas, ya que en muy pocas
situaciones se logra hacer algo o avanzar solo.
En general este año tengo una determinación respecto a
las personas, ser y dejar que sean. No molestarme más por aquello que hagan,
digan o piensen respecto de mí, siempre que no implique algo que realmente deba
cambiar en mí para mejorar. Por lo demás, pueden cantar todas las arias de ópera
que quieran, que no me va a importar.
Por otro lado, tengo una política anti-Facebook que estoy
aplicando fuertemente, y no puedo evitar que me haga gracia porque cuando
comencé era porque quería concentrarme fuertemente en aprobar un examen que tenía
pendiente desde diciembre. Con el pasar de las semanas me di cuenta que me
estaba sintiendo mejor alejado de esa página y cuando regresaba terminaba, sin
exagerar, deprimido de ver todo eso que la gente comparte en sus perfiles, de
esas “conversaciones” tan “sustanciales” que el 99% de mis contactos sostienen
conmigo cuando voy online.
Es superficialismo puro posiblemente, mío y el que odio
de la página. Sé que hay personas, al menos de las que tengo agregadas que no
entran en estas definiciones, pero es como si el ambiente ahí fomentara sentir
que la esperanza en la humanidad decae un poco cada día.
Me siento entusiasmado con otras redes sociales, que desde antes me parecieron más sensatas y de hecho, más productivas para los fines que representan. Hacer mención de Twitter, Tumblr, Google+, Blogspot e incluso Youtube y repartir el tiempo libre entre esos sitios y otras muchas actividades me ha servido para darme cuenta que me mantiene de buen humor y olvidando por completo la página de Facebook.
Todo esto antes dicho, lo leo y me suena un poco tonto,
pero de hecho creo que no soy el único que piensa igual. La masificación no
siempre es algo bueno, porque hay algunos que nos sentimos más cómodos en grupos
no tan grandes… Las muchedumbres me abruman, prefiero evitarlas.
Llegando casi al final de esta entrada más del tipo de un
diario, como se suponía que debió ser siempre, pero por razones chifladas como
las suelo tener, las volvía volátiles palabras enredadas que al final solo yo creo
entender.
Estoy realizando una recopilación histórica, por así
decirlo, de todas las canciones que me han gustado desde el año 2000, que fue
mi último año de bachillerato. Me gustaría mucho poder terminar ese proyecto
antes de iniciar el ciclo de clases en marzo, pero estoy comprobando que reunir
esa información de más de 10 años no es tan fácil.
Pero no dejare eso tirado, realmente ahora si estoy
terminando las cosas que me propongo. Y cuando esté terminado, subiré los
videos a YouTube y estoy considerando crear una página alterna en blog para
presentar cada video y explicar las razones del porqué de cada listado. Principalmente
hago esto por razones de pasatiempo pero mayormente por tener en algún lugar
una memoria, la memoria que evocan todas esas canciones que han venido a través
de los años.
El otro proyecto implica la misma mecánica, pero sobre películas, series
de televisión, libros, y todo eso que digamos, me apasiona. Todo alterno al
reavivamiento de este blog, el Diario de un No-Escritor, porque es eso, no soy
escritor. Es una de mis carreras frustradas, una de tantas que han pasado por
mis aspiraciones.
Ahora si para finalizar, la razón porque esta entrada
originalmente se llamaba “La canción que no puede ser cantada”, es porque era
un fragmento de esa historia que nunca he terminado de escribir, de la que
tengo bosquejos, resúmenes, partes, pedazos nada más. Y cuya parte hace
referencia a que, hay un punto en la vida que amas algo o a alguien, pero no
puedes decirlo porque hiere a terceros, y causar sufrimiento debería ser algo a
lo que no aspirar, si realmente queremos estar bien.
“La canción
que no puede ser cantada, el soneto que rompió el espíritu y provoco las
lágrimas de la inmortal, de la Señora de Poniente cuando contemplo cuanta tristeza
hay en el mundo a causa de sus decisiones y cuanta más habrá de suceder. Todo en
una canción tan melodiosamente triste que tiene el mandato de no ser cantada”.