Es una sensación extraña, esta de recordar personas, que por una razón u otra se van de nuestra vida.
A veces ni siquiera provocamos que se aparten,
otras hacemos todo lo posible porque pase y cuando finalmente pasa, comprendes
eso de que, nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido.
Alguien me dijo una vez, que pareciera para mi tan
sencillo olvidar a las personas. Algo como un día simplemente desecharlas como
cualquier cosa y al siguiente hacer como si jamás existieron.
Pero no, no es sencillo, ni siquiera sucede así.
De mi experiencia personal puedo decir que, cuando
finalmente aprecias a alguien es tal la medida de admiración y cariño que, no
es sencillo expresarlo. Y se vuelve tan difícil hacerlo cuando toda tu vida no
has sido expresivo. Me ha solido suceder toda mi vida, desde pequeño, que
conozco personas y de inmediato surge una conexión. Y mientras el tiempo avanza
esta conexión crece más. Sin embargo, pareciera como si me acostumbrara a que
suceda, me acomodo a que las cosas están bien y no hay más que hacer,
simplemente dejar que el tiempo avance sin molestarme en demostrar el cariño y
aprecio por esa o esas personas.
Pronto me tildan de frío, indiferente, retraído, tímido,
tantas cosas.
Es solo que jamás me enseñaron a ser cálido,
abierto y cariñoso.
Y es tan difícil aprender a serlo una vez has
crecido, por una razón u otra, pareciera que es algo que tienes que aprender
durante pequeño, reforzar en la adolescencia y finalmente cosechar como adulto,
porque caso contrario luego es tan difícil.
Dicen que nunca hay que llorar por la leche
derramada. Bueno, por los errores pasados poco hay para enmendarlos y algunas
veces ni siquiera vale la pena intentarlo.
Queda
pues y como casi estribillo cansado en toda mi vida, seguir adelante, no
desfallecer, que la paz y la armonía valen la pena tener.