Quizás si era que debía
terminar el otoño para que terminara esto. Porque mientras veía finalizar el de
este año, sentía que no quería dar por terminado el relato. De cierto modo,
algo dentro de mí me decía que no era momento aún de terminarlo. Fuera que
alguien lo leyera o no, lo más importante era que me diera el tiempo de cerrar
de una buena vez, ese paso entre dejar ir y continuar; todos esos recuerdos,
todos esos procesos, todo ese tiempo que ya no tiene caso añorar.
El tiempo, esa parte de
la existencia que jamás dejamos que simplemente sea, porque buscamos
respuestas, formas de ir en su contra, modos de evadirlo, formas de ignorarlo,
pero al final, solo sigue fluyendo y no se detiene por más que deseemos que no
lo haga.
Los deseos, esos anhelo
que hemos de satisfacer para sentirnos completos o verlos hundirse y desaparecer,
para nuestro desafortunado instante de frustración; cuando se afronta que la
realidad no es solo desear, sino que para lograr muchas de las metas que en un
principio fueron solo simples deseos, hay que luchar y no nada más esperar de
la vida que los sirva en bandeja.
Los sueños que a
diferencia de los deseos a veces son tan inocentes y quizás sean las formas más
tiernas de anhelo, porque no buscan en si grandes cosas, solo complementar
pequeñas partes que nos hacen falta en la vida.
Porque mientras eres un
niño sueñas, pero al crecer deseas, desde lo más vano y material hasta lo más
imposible e inmaterial; mientras que cuando eras niño, soñabas con cosas tan
alcanzables, que con un poco de esfuerzo podías obtener, pero al crecer te das
cuenta que no solo quieres algo sencillo, alcanzable, sino que te retas a cosas
más difíciles, pero que al final realmente no te llenan tanto como los sueños
de la infancia.
En ese debate entre lo
que puede ser y lo que podría ser, el ser humano se pierde y otras veces se
arroja a la perdición con tal de complacer sus deseos pero jamás por cumplir
sus sueños, y los confunde una y otra vez creyendo que son la misma cosa, aferrándose
a la idea que está en lo correcto con tal de convencerse, pues es el modo de
vivir la vida en estos tiempos.
Y la frustración, esa
compañera de la humanidad, que camina junto a ella, sin ser enemiga, sino una
despreciada e invalorada maestra, pues te muestra donde has fallado y porque,
para que remedies y continúes. Pero como la gran mayoría hace, la insulta, la
desprecia y no toma la lección ni mucho menos continua; y es entonces que la confunden
con esa entidad llamada derrota.
El tiempo trae consigo
muchas formas de mostrarte como llevar tu vida. Quizás muchas de ellas no sean
las mejores. Tal vez no haya forma de obtener perfección en los planes que nos
trazamos de modo que no existan fallas ni lleguemos a un punto en que nos
estemos preguntando: ¿es esta la vida que quiero?
Lo cierto es que, tal y
como las estaciones que vienen y van alrededor del mundo, aunque hayan lugares
en el globo en donde no seas fáciles de notar; en la vida, hay etapas para que
te detengas, veas hacia atrás y consideres si hasta ese momento todo es como lo
deseas o si hay algo que cambiar.
Es solo que las personas
no se dan el tiempo, así como no se detienen a ver al cielo y las nubes que
pasan; a sentir el viento por las tardes o el amanecer de un día cualquiera. Ya
hay mucho en sus mentes como para notar alguna diferencia.
El otoño de 2012 se fue,
y de hecho estoy ya en enero de 2013, en el invierno boreal, la etapa en la que
recuerdo que me hago un año más viejo, más sabio quizás, esa etapa del año en
que siempre me detengo a pensar que hice y que quiero hacer, esperando con
todas mis fuerzas que ahora que entendí finalmente tantas cosas y cerré tantos
procesos, logre darle un vuelco total a mi vida y la logre retomar.
Nunca se sabe, es más fácil
hablar que actuar, tan cierto como que más rápido cae un hablador que un cojo;
pero he cojeado demasiados años y todo mundo me dice que soy muy callado, así
que creo que no tengo muchos más obstáculos que el resto, entonces ya solo
depende de mí.
– Alguna vez tuve
tantos sueños como estrellas tiene el cielo durante la oscura noche, pero apareció
el sol y opacó a cada una de ellas y durante el día lo perseguía y lo perseguía
pero al llegar la noche volvía a perderme contando las estrellas, sin darme
cuenta que no alcanzaba ni al uno ni a las otras.
Dejé de perseguir esas estrellas y al sol, porque
hay mucho más a mi alcance de lo que jamás imaginé, en mis manos, en mis
pensamientos, solo se requiere la fuerza y la voluntad, lo demás se consigue en
el camino.
A veces, solo a veces, cuando siento nostalgia de
nuevo, veo al cielo; para recordar que alguna vez tuve metas tan altas pero que
siguen estando ahí, esperándome para alcanzarlas mientras alcanzo las que tengo
aquí en la tierra. –