.

.

20 de mayo de 2013

Esa recurrente y extraña sensación.

Es una sensación extraña, esta de recordar personas, que por una razón u otra se van de nuestra vida.
A veces ni siquiera provocamos que se aparten, otras hacemos todo lo posible porque pase y cuando finalmente pasa, comprendes eso de que, nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido.
Alguien me dijo una vez, que pareciera para mi tan sencillo olvidar a las personas. Algo como un día simplemente desecharlas como cualquier cosa y al siguiente hacer como si jamás existieron.
Pero no, no es sencillo, ni siquiera sucede así.

De mi experiencia personal puedo decir que, cuando finalmente aprecias a alguien es tal la medida de admiración y cariño que, no es sencillo expresarlo. Y se vuelve tan difícil hacerlo cuando toda tu vida no has sido expresivo. Me ha solido suceder toda mi vida, desde pequeño, que conozco personas y de inmediato surge una conexión. Y mientras el tiempo avanza esta conexión crece más. Sin embargo, pareciera como si me acostumbrara a que suceda, me acomodo a que las cosas están bien y no hay más que hacer, simplemente dejar que el tiempo avance sin molestarme en demostrar el cariño y aprecio por esa o esas personas.

Pronto me tildan de frío, indiferente, retraído, tímido, tantas cosas.
Es solo que jamás me enseñaron a ser cálido, abierto y cariñoso.
Y es tan difícil aprender a serlo una vez has crecido, por una razón u otra, pareciera que es algo que tienes que aprender durante pequeño, reforzar en la adolescencia y finalmente cosechar como adulto, porque caso contrario luego es tan difícil.

Dicen que nunca hay que llorar por la leche derramada. Bueno, por los errores pasados poco hay para enmendarlos y algunas veces ni siquiera vale la pena intentarlo.
Queda pues y como casi estribillo cansado en toda mi vida, seguir adelante, no desfallecer, que la paz y la armonía valen la pena tener.

7 de enero de 2013

Crónica de Otoño - Final

Quizás si era que debía terminar el otoño para que terminara esto. Porque mientras veía finalizar el de este año, sentía que no quería dar por terminado el relato. De cierto modo, algo dentro de mí me decía que no era momento aún de terminarlo. Fuera que alguien lo leyera o no, lo más importante era que me diera el tiempo de cerrar de una buena vez, ese paso entre dejar ir y continuar; todos esos recuerdos, todos esos procesos, todo ese tiempo que ya no tiene caso añorar.


El tiempo, esa parte de la existencia que jamás dejamos que simplemente sea, porque buscamos respuestas, formas de ir en su contra, modos de evadirlo, formas de ignorarlo, pero al final, solo sigue fluyendo y no se detiene por más que deseemos que no lo haga.

Los deseos, esos anhelo que hemos de satisfacer para sentirnos completos o verlos hundirse y desaparecer, para nuestro desafortunado instante de frustración; cuando se afronta que la realidad no es solo desear, sino que para lograr muchas de las metas que en un principio fueron solo simples deseos, hay que luchar y no nada más esperar de la vida que los sirva en bandeja.

Los sueños que a diferencia de los deseos a veces son tan inocentes y quizás sean las formas más tiernas de anhelo, porque no buscan en si grandes cosas, solo complementar pequeñas partes que nos hacen falta en la vida. 

Porque mientras eres un niño sueñas, pero al crecer deseas, desde lo más vano y material hasta lo más imposible e inmaterial; mientras que cuando eras niño, soñabas con cosas tan alcanzables, que con un poco de esfuerzo podías obtener, pero al crecer te das cuenta que no solo quieres algo sencillo, alcanzable, sino que te retas a cosas más difíciles, pero que al final realmente no te llenan tanto como los sueños de la infancia.

En ese debate entre lo que puede ser y lo que podría ser, el ser humano se pierde y otras veces se arroja a la perdición con tal de complacer sus deseos pero jamás por cumplir sus sueños, y los confunde una y otra vez creyendo que son la misma cosa, aferrándose a la idea que está en lo correcto con tal de convencerse, pues es el modo de vivir la vida en estos tiempos.

Y la frustración, esa compañera de la humanidad, que camina junto a ella, sin ser enemiga, sino una despreciada e invalorada maestra, pues te muestra donde has fallado y porque, para que remedies y continúes. Pero como la gran mayoría hace, la insulta, la desprecia y no toma la lección ni mucho menos continua; y es entonces que la confunden con esa entidad llamada derrota.

El tiempo trae consigo muchas formas de mostrarte como llevar tu vida. Quizás muchas de ellas no sean las mejores. Tal vez no haya forma de obtener perfección en los planes que nos trazamos de modo que no existan fallas ni lleguemos a un punto en que nos estemos preguntando: ¿es esta la vida que quiero? 

Lo cierto es que, tal y como las estaciones que vienen y van alrededor del mundo, aunque hayan lugares en el globo en donde no seas fáciles de notar; en la vida, hay etapas para que te detengas, veas hacia atrás y consideres si hasta ese momento todo es como lo deseas o si hay algo que cambiar.

Es solo que las personas no se dan el tiempo, así como no se detienen a ver al cielo y las nubes que pasan; a sentir el viento por las tardes o el amanecer de un día cualquiera. Ya hay mucho en sus mentes como para notar alguna diferencia.

El otoño de 2012 se fue, y de hecho estoy ya en enero de 2013, en el invierno boreal, la etapa en la que recuerdo que me hago un año más viejo, más sabio quizás, esa etapa del año en que siempre me detengo a pensar que hice y que quiero hacer, esperando con todas mis fuerzas que ahora que entendí finalmente tantas cosas y cerré tantos procesos, logre darle un vuelco total a mi vida y la logre retomar.

Nunca se sabe, es más fácil hablar que actuar, tan cierto como que más rápido cae un hablador que un cojo; pero he cojeado demasiados años y todo mundo me dice que soy muy callado, así que creo que no tengo muchos más obstáculos que el resto, entonces ya solo depende de mí.

Alguna vez tuve tantos sueños como estrellas tiene el cielo durante la oscura noche, pero apareció el sol y opacó a cada una de ellas y durante el día lo perseguía y lo perseguía pero al llegar la noche volvía a perderme contando las estrellas, sin darme cuenta que no alcanzaba ni al uno ni a las otras.

Dejé de perseguir esas estrellas y al sol, porque hay mucho más a mi alcance de lo que jamás imaginé, en mis manos, en mis pensamientos, solo se requiere la fuerza y la voluntad, lo demás se consigue en el camino.

A veces, solo a veces, cuando siento nostalgia de nuevo, veo al cielo; para recordar que alguna vez tuve metas tan altas pero que siguen estando ahí, esperándome para alcanzarlas mientras alcanzo las que tengo aquí en la tierra.